Por Eduardo Lazzari. Historiador.
En estos días en que hemos conmemorado el combate de la Vuelta de Obligado, recordado mucho en estos últimos años desde que fuera establecido el feriado como Día de la Soberanía cada 20 de noviembre, aunque por esta curiosa costumbre de mover las fechas el lunes pasado ha quedado desfigurado de su recordación histórica, se da un buen momento para recordar al gran protagonista de esa gesta patriótica, que si bien fue una derrota militar, se convirtió en un símbolo de dignidad nacional y de solidaridad americana.
Hoy recorreremos la biografía de un gigante de la historia, padre de otro gigante cuya historia será escrita más adelante, un hombre que fue fundamental en los tiempos de la Independencia y de la guerra civil, y que a pesar de las disputas políticas que incluso lo llevaron al exilio, su trayectoria le guardó un lugar notable en la primera mitad del siglo XIX argentino. Aquí la vida de don Lucio Norberto Mansilla, el héroe de la Vuelta de Obligado.
Lucio Norberto Mansilla Bravo nace en Buenos Aires el 4 de marzo de 1792 en el seno de una familia formada en la novel capital del virreinato del Río de la Plata hacia 1780. Era el quinto de los diez hijos del matrimonio formado por los porteños Andrés y Eduarda María Bravo. Desde niño Lucio mostró su pasión por el arte militar, que se concreta en los combates de las invasiones británicas, en los que muere su padre en 1807, quien había enviudado el año anterior. Así quedaron huérfanos los Mansilla Bravo.
En 1809 rindió examen como agrimensor, recibiendo la patente correspondiente. Ese año, con sólo 17 años se casa con Polonia Durante Olivares, quien le daría cuatro hijos. La Revolución de Mayo lo devuelve a la milicia y en 1812 acompaña a José Gervasio de Artigas en la campaña de la Banda Oriental contra los invasores portugueses. Actúa luego allí bajo las órdenes de José Rondeau y Domingo French. El 12 de mayo de 1813 es herido gravemente de un balazo que atraviesa su cuerpo.
Por sus acciones que se convirtieron en memorables el director supremo Gervasio Posadas lo declara “Benemérito de la Patria en grado heroico” en 1814. Se traslada a Cuyo para incorporarse al Ejército de los Andes, siendo responsable en San Juan del reclutamiento de soldados. En 1817 el general José de San Martín lo distingue como segundo comandante de la 1° División de Vanguardia, a pesar de su grado inferior, y cruza los Andes, triunfando en la batalla de Chacabuco bajo las órdenes directas del Libertador. En 1818 combate en Maipú junto al general Juan Gregorio de Las Heras.
Las luchas políticas y la guerra contra el Brasil
Vuelto a Buenos Aires en 1819 trata de mediar en los conflictos políticos que llevaron a la batalla de Cepeda el 1° de febrero de 1820, derrota de las Provincias Unidas frente a la Liga de los Pueblos Libres, hecho que provoca la caída del Directorio y la disolución del Congreso de 1816. Mansilla adhiere a la idea de convocar a un Congreso Federativo, siendo un entusiasta defensor del Tratado del Pilar del 23 de febrero de 1820, firmado entre Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe. Al año siguiente, cuando muere violentamente el caudillo Francisco Ramírez, don Lucio Norberto fue nombrado gobernador y comandante general, el primero de la historia entrerriana.
Para acabar con la guerra civil que Entre Ríos sostenía con Santa Fe, se presentó solo en el campamento enemigo para parlamentar con el brigadier Estanislao López y no se retiró hasta que se acordó el cese del fuego. Estableció la primera constitución en el Litoral, firmó el Tratado del Cuadrilátero y apoyó al Congreso de 1824. Reelecto por la Legislatura, se negó a seguir en el cargo, sosteniendo que “las reelecciones son incompatibles con la condición que debe tener un gobierno democrático”.
Mansilla es ascendido a general a los 33 años, partiendo en 1826 rumbo al frente de batalla contra el imperio del Brasil, a las órdenes del general Carlos de Alvear. Por su capacidad organizativa fue nombrado Comandante de las Costas, encargándose del parque de artillería, armamento y caballadas. Tuvo mando de tropa en las batallas de Camacuá, Ombú e Ituzaingó, terminando la campaña como Jefe de Estado Mayor. Terminada la guerra, pide el retiro para dedicarse a la vida política.
Los años de la Confederación de Rosas
De regreso en Buenos Aires, y siendo viudo, se casa en 1831 con Agustina Ortiz de Rozas, hermana del gobernador Juan Manuel de Rosas, y se convierte en padre de otros seis hijos, dos de los cuales se destacarán en la vida argentina: el general Lucio Victorio y la escritora Eduarda Damasia. En 1834 fue nombrado Jefe de Policía de la Capital por el gobernador Juan José Viamonte, siendo el creador del oficio de sereno, esos hombres que recorrían las calles anunciando las horas y la calma. En 1837, ante la invasión de Bolivia sobre Jujuy y Salta, viajó a Tucumán para hacerse cargo de la reserva del Ejército.
Se negó a participar del enfrentamiento armado entre su cuñado Rosas y su viejo amigo Juan Lavalle, intentando actuar como mediador para frenar la guerra civil, pero no logró ser recibido por el líder unitario. Fue elegido diputado representante de la Legislatura porteña (antiguo gentilicio de todos los habitantes de la provincia de Buenos Aires), alternando ese cargo con el de jefe de la reserva del Ejército y de la Costa del Paraná. Este último encargo lo pondrá frente a su página más gloriosa como militar: la defensa de la Confederación Argentina frente a la invasión franco – británica.
Su mayor gloria militar: la Vuelta de Obligado
Los hechos se desencadenaron cuando el 21 de julio de 1845 los embajadores británico William Ouseley y francés Antoine Deffaudis intimaron al gobierno porteño a levantar el sitio a la capital uruguaya para reponer el orden allí, quejándose por las consecuencias sobre el comercio. El canciller de Rosas, Felipe Arana le entregó los pasaportes el 31 echándolos de Buenos Aires. En represalia, fue asaltada la flota argentina al mando de Brown, quien fue forzado a desembarcar. El agravio fue mayúsculo y los enviados del Brasil y de Estados Unidos protestaron por el accionar de los europeos, a los que se sumó el presidente de Chile.
Es curioso que el héroe nacional italiano Giuseppe Garibaldi haya participado de esta confrontación, apoyando a los anglo-franceses y tomando Colonia y la isla Martín García. El 18 de septiembre la flota aliada estableció el bloqueo completo a la Confederación Argentina y el 17 de noviembre partió desde Montevideo rumbo a Asunción del Paraguay una flota de 22 buques de guerra y casi un centenar de mercantes al mando del francés François Thomas Tréhouart como comandante del británico Samuel Inglefield que lo secundaba.
Rosas ordenó instalar una defensa de artillería al norte de San Pedro, encomendando la tarea al general Mansilla, su cuñado. Mansilla dividió los 21 cañones que tenía en cuatro baterías: cada una al mando de Álvaro Alsogaray, bisabuelo del político liberal de igual nombre; de Eduardo Brown, hijo del almirante; de Felipe Palacios; y el marino estadounidense Juan Bautista Thorne. Junto a esta última batería un ancla sostenía tres gruesas cadenas que atravesaban el río sostenidas por 24 pontones fondeados y sujetos en la otra orilla por el bergantín “Republicano”, única nave de guerra argentina que terminará incendiada al final del combate. Al amanecer del 20 de noviembre de 1845, un intenso cañoneo cayó sobre las posiciones argentinas que fueron derrotadas luego de siete horas. A media tarde, los argentinos ya no tenían municiones y los agresores pudieron vencer el bloqueo.
El castigo, el ocaso y la inmortalidad
La continuación de las guerras civiles entre federales y unitarios lo dejaron del lado de su cuñado gobernador, a quien acompañó hasta el fin de su aventura política. Pocos días antes de la batalla de Caseros, y ante la defección del jefe del Ejército porteño, el general Ángel Pacheco, quien pidió la baja y ante el reclamo de Rosas contestó: “El que avisa no traiciona”, Mansilla fue nombrado jefe de la reserva a pesar de su inactividad militar y sus sesenta años. Participó de la batalla de mayor cantidad de combatientes de la historia argentina: 50.000 hombres y presenció la derrota de su cuñado y jefe político el 3 de febrero de 1852, a orillas del arroyo Morón, en los campos que hoy ocupan el Colegio Militar de la Nación y la I Brigada Aérea de El Palomar.
En esos días logró evitar el saqueo de Buenos Aires por el ejército enemigo. Se embarcó rumbo a Europa en el mismo navío que el gobernador depuesto. Se radicó en París, donde fue homenajeado por su digna condición de patriota por el emperador Napoleón III, quien bautizó “Obligado” una calle de la capital francesa en su honor. Hacia fines de la década de 1860 regresó a Buenos Aires con su esposa siendo ignorado por la sociedad porteña. El viejo general muere en Buenos Aires el 11 de abril de 1871 enfermo de fiebre amarilla. Fue sepultado en el cementerio porteño de la Recoleta y sus funerales fueron sencillos por el azote de la fiebre.
Su hijo, el legendario argentino Lucio Victorio Mansilla describió a su padre con estas palabras: “alto, robusto, blanco mate el rostro, muy pálido (el cuerpo lo tenía blanco como leche), sin pelo de barba (el bigote vino después como signo federal), derecho como un huso, redonda la cara, con unos ojos oscuros muy vivos, la nariz aguileña característica, la boca de labios gruesos irónicos, algo sensuales; negro el rizado cabello, imponente caminando, o riéndose a carcajadas cuando algo le hacía gracia…”. Todo esto queda plasmado en el retrato realizado por el pintor suizo Jean – Philipe Goulu en 1827, que el propio hijo donó al Museo Histórico Nacional. Es homenajeado con calles, plazas, pueblos y escuelas que honran su patriotismo por encima de sus posiciones políticas.