Por Eduardo Lazzari. Historiador.
Algunas veces el oficio de historiador no está alineado con las perspectivas y los deseos de quien ejerce la tarea de recopilar, investigar y relatar el pasado de los personajes y de las sociedades. Quien esto escribe tiene que tamizar su condición de ciudadano argentino y católico practicante con los recursos profesionales de la historiografía, que no siempre están en la misma sintonía. El abordaje de la historia de la Iglesia argentina no es fácil, ya que sobre todo en los tiempos coloniales, durante el proceso de la Independencia y sobre todo en el siglo XX la influencia política y social de la institución religiosa atravesó distintos momentos, sobre todo en períodos conflictivos de la vida nacional.
En la continuidad de la biografía de los cardenales argentinos, el personaje que se abordará hoy representa un nuevo estilo de líder religioso, con un gran perfil intelectual, con condiciones pastorales notables, que ilumina la historia argentina entre 1930 y 1983, el largo período de inestabilidad institucional durante el cual fue protagonista de la vida católica, pero también referente de una visión conservadora para abordar los grandes conflictos que atravesó la Iglesia propiamente y en relación con los poderes temporales.
La vida de Antonio Caggiano es un testimonio de medio siglo de la Iglesia y de la Patria menos conocido de lo necesario y que permite ampliar la mirada sobre tiempos idos que aún arrojan lejanas sombras sobre el presente argentino. En estos días de gozo para la iglesia santiagueña, que es encabezada por el nuevo cardenal Vicente Bukalic Iglic, arzobispo primado de la Argentina es propicio recorrer la vida de quienes han sido príncipes de la Iglesia y argentinos apasionados.
Antonio Caggiano
Su nacimiento y su formación
El santafesino Antonio Caggiano nace en Coronda el 30 de enero de 1889, en el seno de la familia formada por don Nicolás y doña Josefa Bressan. Su infancia pueblerina lo hizo muy piadoso y a los doce años ingresó al Seminario Conciliar de Santa Fe de la Veracruz, recientemente fundado luego de la creación de la diócesis en 1897. Se destacó por su apetito intelectual, por lo que muy joven fue enviado a estudiar al Pontificio Colegio Pío Latino Americano en Roma, institución creada por el papa Pio IX en 1856 para la promoción del clero y la formación de los futuros obispos del nuevo continente.
Culmina sus estudios de filosofía en la Universidad Gregoriana de Roma en 1908 licenciándose. Tenía sólo 19 años, por lo que debió esperar hasta el 23 de marzo de 1912 para ser ordenado presbítero. Inmediatamente fue destinado a la docencia en el Seminario en el que había estudiado. Fue nombrado párroco en el curato de San Carlos Norte de su provincia natal y vuelto a la capital fue capellán del Hospital de Caridad, dependiente de la Sociedad de Beneficencia. Ya por entonces mostraba una especial sensibilidad social y un excelente trato con los laicos.
La Acción Católica y su obispado en Rosario. Cardenal
En consonancia con las ideas del papa Pío XI, es el fundador de la Acción Católica Argentina en 1931, a la que definió como “la participación de los laicos en el apostolado jerárquico de la Iglesia”. Eran años convulsos para el país y el mundo, debido a la crisis capitalista desatada en 1929 y al primer golpe de estado exitoso en 1930. El impulso a la reevangelización de la América del Sur que el Papa a través de su secretario de Estado, el cardenal Eugenio Pacelli, convirtió a Caggiano en un protagonista significativo del cambio religioso que la Argentina iba a protagonizar en la década de 1930. Desde 1933 fue vicario general del Ejército.
El 13 de septiembre de 1934 fue designado como primer obispo de Rosario, siendo ordenado el 17 de marzo de 1935 por el nuncio apostólico Filippo Cortesi, el arzobispo de Santa Fe Nicolás Fasolino y el obispo auxiliar de Buenos Aires Fortunato Devoto. Se dedicó con ahínco a organizar la nueva diócesis, promoviendo una participación mayor de los laicos incluso en la administración terrenal de la Iglesia, creando además capillas y parroquias en todo el territorio. Fue el primer obispo argentino en comprender la importancia de los nuevos medios de comunicación como la radio y más adelante la televisión. No dejó de sorprender su creación como cardenal el 23 de diciembre de 1945 con el título de San Lorenzo en Panisperna, ya que alteró la precedencia en la Iglesia argentina, al ser cardenal y obispo, relegando a los arzobispos titulares. Claramente marcaba la preferencia del papa Pío XII por la orientación pastoral del corondense, haciéndolo cardenal el 18 de febrero de 1946, en el primer consistorio desde el inicio de la II guerra mundial.
Su carácter activo y extrovertido lo convirtió en la contracara del otro cardenal argentino, el arzobispo de Buenos Aires Santiago Copello, más dedicado a lo pastoral y afecto a las formalidades, lo que llevó a la larga a un enfrentamiento donde se destacó la mayor vocación política de Caggiano, sobre todo en los borrascosos tiempos del enfrentamiento del gobierno de Juan Perón a mediados de la década de 1950, que culminaron con el incendio de las iglesias porteñas el 16 de junio de 1955. Desde ese momento Caggiano asumió el liderazgo de la Iglesia argentina, que por tradición le correspondía a Copello, quien comenzó una silenciosa retirada.
Su llegada a Buenos Aires y su liderazgo conservador
El 25 de octubre de 1958 se convierte en el segundo argentino en participar de un cónclave para elegir al obispo de Roma. Tres días después el mundo recibió la noticia del nuevo papa Angelo Roncalli, Juan XXIII, quien iba a promover una renovación de la Iglesia a través del Concilio Vaticano II. Cinco años después iba a elegir a Giovanni Battista Montini como Pablo VI. La súbita muerte del sucesor de Copello, monseñor Fermín Lafitte, el 8 de agosto de 1959, a sólo setenta días de asumir, obligó a Juan XXIII a nombrar rápidamente al nuevo prelado porteño, recayendo en Caggiano la promoción como arzobispo de Buenos Aires el 15 de agosto, además de ser nombrado Ordinario de los Fieles de Ritos Orientales y Vicario Castrense de las Fuerzas Armadas. Tomó posesión de la sede primada el 24 de octubre de ese año. Fue nombrado primer presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, cargo que ocupó hasta 1970.
Participa de las cuatro sesiones ordinarias del Concilio Vaticano II, entre el 11 de octubre de 1962 hasta el 8 de diciembre de 1965, donde se convirtió por su carácter en líder de las posiciones conservadoras no rupturistas, pero ello hizo difícil su relación con el papa Pablo VI. Su presencia no pasó desapercibida a pesar de que la reunión tuvo 2488 asistentes. El fracaso en sus propósitos hizo que se resistiera a aceptar alguno de los nuevos mandatos establecidos por el Concilio, como por ejemplo la renuncia de los obispos a los 75 años, renunciando recién al cumplir 86 años en 1975.
Las simpatías que tuvo Caggiano en sus tiempos de obispo de Rosario por algunas políticas implementadas por el gobierno de Perón mutaron en gran antipatía frente a los ataques que recibió la Iglesia con la sanción del divorcio vincular, la supresión de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas y la habilitación de la prostitución, además del adoctrinamiento que sectores de la juventud recibían en la Unión de Estudiantes Secundarios, un sector que la Iglesia consideraba propio y cubierto por la Acción Católica. Con el tiempo Caggiano se convirtió en un conservador político, lo que sumado a su carácter expansivo lo hizo protagonista político del país en la década de 1960. Como pastor porteño, creó sólo once parroquias.
Sus aceitados contactos con los militares y con los sindicatos hicieron que participara de la asunción del general Juan Carlos Onganía en 1966, luego del derrocamiento del presidente radical Arturo U. Illia. Su presencia en los medios de comunicación fue creciendo y a pesar de su edad cercana a los 80 años. Adoptó una postura muy crítica frente a las organizaciones guerrilleras que comenzaron a operar en el país en esos años. El papa Pablo VI nombró como arzobispo coadjutor (sucesor automático en el momento de la muerte del prelado titular) a monseñor Juan Carlos Aramburu, en un intento de lograr la renuncia de Caggiano, quien no dejó su cargo, provocando una suerte de autoridad bicéfala que no contribuyó a la paz interna en la Iglesia argentina, que en esos tiempos sufría grandes rebeliones clericales en Mendoza, Rosario y Córdoba, además del desafío del clero llamado del Tercer Mundo a la autoridad episcopal, siendo Caggiano inflexible a cualquier concesión.
Sus últimos actos públicos y su retiro
El cardenal Caggiano fue el orador por los cultos religiosos en el funeral del presidente Juan Perón en el Congreso Nacional el 4 de julio de 1974. Debido a su edad se fueron espaciando sus apariciones públicas hasta su renuncia como arzobispo el 21 de abril de 1975. Durante su larga vida como obispo, más de cuatro décadas, fue el consagrante de dieciséis obispos argentinos. Cuatro años después de su retiro falleció el 23 de octubre de 1979 a los 90 años en Buenos Aires, y fue sepultado en la catedral metropolitana. Su presencia pública hizo que su figura estuviera en el centro de algunas polémicas internas de la Iglesia y de la vida política argentina, pero su pasión personal es indiscutible en la búsqueda del bien del país y de la comunidad.