Por Eduardo Lazzari. Historiador.
La implementación del sistema educativo nacional a fines del siglo XIX constituye uno de los temas más extraordinarios de la historia argentina. En el relato histórico actual se cometen varios errores, propios de la costumbre o de la intencionalidad política, y que es bueno tratar de corregir.
En primer lugar, se habla de las maestras “de Sarmiento”, cuando fue a lo largo de varias presidencias contadas desde la del sanjuanino, en que fueron llegando esas graduadas universitarias estadounidenses al país, para convertirse en las directoras fundadoras de las escuelas normales a lo largo y lo ancho del territorio nacional. Sin duda es un homenaje al hombre que dio fundamentos filosóficos a una de las más importantes políticas de estado llevadas a cabo en los ciento sesenta y cinco años de historia constitucional argentina.
En segundo lugar, se habla de “las maestras” de Sarmiento, cuando fueron sesenta y una mujeres y cuatro hombres los que estuvieron a cargo de esta ciclópea tarea. En tiempos en que se discute como nombrar el neutro, es uno de los pocos casos de discriminación a favor de la mujer. Y finalmente, se habla de escuelas normales, palabra que permite varias interpretaciones y muchos atribuyen a la condición de la normalidad, cuando en realidad se debe al hecho de practicar una educación basada en normas. Por eso a veces aparece la palabra normalista con ese sentido.
Es tal el impacto de estas mujeres universitarias en el imaginario argentino que al celebrarse el centenario de la Revolución Francesa en 1889 con la realización de la Exposición Universal, el país mandó construir un gran pabellón para mostrar al mundo su progreso y estuvo dividido en dos sectores: uno para exponer los frutos del país: granos, carnes, industria; y el otro fue usado para montar una escuela y exponer todos los logros educativos de un par de décadas, en las que se igualó el nivel de instrucción con el de las naciones más avanzadas del orbe.
La idea de “importar” maestras
Domingo Faustino Sarmiento visitó en dos ocasiones los Estados Unidos de América, y quedó deslumbrado por los progresos de ese país, tanto económicos como sociales, pero sobre todo le llamó la atención que prácticamente todos los habitantes supieran leer y escribir, a la vez que era enorme la cantidad de periódicos que se vendían, aun en pequeños pueblos y parajes lejanos a las grandes ciudades. Había conocido en su primer viaje durante 1847 a Horace Mann, pedagogo y funcionario que lo introdujo en las ciencias de la educación y que se convirtió en un ejemplo a seguir para el argentino, que además quedó deslumbrado por el sistema de educación pública del estado de Massachusetts.
Cuando Sarmiento vuelve como embajador de la República Argentina en 1865, Mann había muerto, pero la educación que tenía por centro Boston era un sistema moderno, superador de los modelos europeos, de alcance general y sobre todo a cargo de profesionales docentes con estudios universitarios. Sarmiento estableció entonces un fluido contacto con la viuda de Horace, Mary Mann, que se convertirá prácticamente en su confidente y la gran gestora de las ideas del sanjuanino cuando se puso en marcha en la Argentina la implantación del sistema que había conocido en EE.UU.
Las siete pioneras del magisterio
Si hay una injusticia en la conmemoración histórica del proceso educativo que tuvo por iniciador a Justo José de Urquiza en 1849 con la fundación del Colegio del Uruguay, primer colegio laico del país, y continuado por la creación de los Colegios Nacional de Montserrat y de Buenos Aires, que Sarmiento desde la presidencia convertirá en un ejemplo de carácter universal, es el olvido de la mayoría de los nombres de quienes fundaron las escuelas normales, en las que se formaron miles de maestros y maestras para todas las escuelas del país, que culminaron con un proceso de alfabetización como pocos en el mundo. Hay que decir que la genialidad de Sarmiento fue traer maestras para formar maestras, y no para enseñar a los niños, con lo que el proceso fue muy rápido y puso al país a la vanguardia regional.
La primera llegada de las maestras contratadas por el Estado argentino, la mayoría graduadas en la Universidad de Winona, se produjo en el año 1869. Mary Elizabeth Gorman arribó a Buenos Aires en octubre de aquel año. Vale aclarar que Mary hablaba correctamente castellano y no era católica. Fue destinada a fundar la escuela normal de San Juan, pero nunca pudo realizar el viaje y se quedó a cargo de una escuela primaria en Buenos Aires. Finalmente, se casó con un inglés, John Henry Sewell, y renunció al cargo en 1872, se radicó en Pigüé y su casa es hoy un museo regional. Murió en 1924.
En 1870, el propio Sarmiento fue al puerto a recibir al primer contingente de tres maestras: Serena Frances Wood, Anna Dudley e Isabel Dudley. Tampoco aceptaron ir a San Juan, por lo que fundaron una escuela primaria en la capital. Todas estas mujeres eran protestantes y no fue fácil su adaptación como maestras, aunque el respaldo de los metodistas porteños alivió su carga.
Para evitar el problema religioso, Sarmiento logra la contratación de dos maestras católicas. Una de ellas, Emma Nicolay de Caprile, una polaca casada con un italiano, que tenía una formación impresionante para la época y que se convertiría, siete años después de su llegada a Buenos Aires en 1871, en la fundadora de la Escuela Normal de Maestros N° 1 de la Capital Federal. Murió con tal prestigio que su tumba fue sufragada por el Estado nacional y hoy es monumento histórico nacional en el Cementerio de la Recoleta. Vale decir que son muy pocas las maestras llegadas al país que se casaron con argentinos y que murieron aquí. La mayoría regresó a su tierra natal.
Agnes Emma Trégent llegó también en 1870, fundó una escuela, pero cuando la provincia de Buenos Aires se hizo cargo de la educación primaria, cerró su establecimiento en 1877. Entonces fundó la Escuela Americana, como escuela privada, y otra de las maestras, Mary Elizabeth Conway, la sucedió como directora, cuando Emma murió de una hemorragia cerebral en 1879.
Las dos primeras escuelas normales: Paraná y Tucumán
En 1870, llega el primer maestro, George Albert Stearns, con su esposa y su hijo. Su destino fue Paraná, la antigua capital de la Confederación, pero su arribo fue demorado por el levantamiento de Ricardo López Jordán, que comenzó con el asesinato de Justo José de Urquiza. A pesar de los acontecimientos, Stearns fundó la Escuela Normal de Paraná, la primera pensada por Sarmiento, y su sede fue la antigua Casa de Gobierno sobre la base de la escuela que había fundado Urquiza con la misma finalidad. Logró la aprobación del plan de estudios. La vida no sería fácil para Stearns, ya que su esposa murió y como era protestante, no dejaron que la sepultara en el cementerio. Aún hoy se recuerda al marido, armado con un revólver, junto al ataúd, custodiándolo hasta que una semana después le permitieron enterrarla. En 1875 viajó a Tucumán y fundo la segunda escuela normal, que quedó en manos de su hermano John Stearns. Finalmente renunció el 31 de agosto de 1876, y volvió a los EE.UU.
Este proceso fundacional seguirá durante las presidencias de Nicolás Avellaneda, cuyo mayor mérito para acceder a la primera magistratura había sido ser el ministro de Justicia e Instrucción Pública de Sarmiento, o sea el encargado de llevar adelante la creación de escuelas normales; la de Julio Argentino Roca, el presidente que más escuelas públicas creó en la historia argentina, las de Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini, Luis Sáenz Peña y José Evaristo Uriburu.
Desde 1874 se fundaron las escuelas normales de Azul, San Salvador de Jujuy, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, Córdoba (donde fueron los conflictos más brutales con los católicos), Mercedes (Buenos Aires), La Plata, San Nicolás de los Arroyos, Concepción del Uruguay, Esquina, Rosario, Goya y Corrientes.
Las protagonistas de esta gesta fueron Clara y Franc Allyn, Clara, Frances y Minnie Armstrong, Florence y Sarah Atkinson, Bernice Avery, Sara Boyd, Antoinette Choate, Margaret Collord, Elizabeth Coolidge, Sarah Cook, Arvilla Cross, Louisse Daniels, Rosa Dark, Annette y Lucy Doolittle, Anna, Isabel y Martha de Dudley, Sara Chamberlin de Eccleston, Emily Eccleston, Edell Ellis, Theodora y Mary Gay, Clara y Mary Gilles, Mary O. Graham, Katharine Grant, Sarah Harrison, Annette Haven, Cora y Ione Hill, Laura de Hodges, Jennie Howard, Edith Hove, Harriet Jennes, Myra Kimball, Isabel y Rachel King, Sarah Lobb, Alcinda Morrow, Mary Morse, Frances Nyman, Anna Rice, Julia Hope, Mary Stevens, Sara Strong, Susan y Amy Wade, Ruth Wales, Frances Wall, Abigail Ward y Mary Youmans.
Los maestros fueron Charles Dudley, George Roberts y los citados Stearns.
Quedan muchas historias por contar, y recomendamos el libro Las Maestras de Sarmiento, de Julio Crespo, un trabajo monumental de una historia desconocida.
Vale este texto como homenaje a quienes fundaron, en la práctica, la educación primaria, obligatoria, gratuita y normalista argentina.