Por Eduardo Lazzari. Historiador.
El relato histórico argentino del siglo XIX ha sido remiso al reconocimiento de las mujeres que se destacaron en distintos aspectos de la vida social y cultural del país. Quizá puede pensarse en una exagerada contextualización que adopta para la memoria los cánones que hacían difícil la presencia de la mujer como protagonistas. El caso extraordinario de Juana Manso nos pone frente a una mujer que pudo participar de igual a igual con los hombres dedicados a la literatura, las artes y la pedagogía. Sin duda es el más notable de todos.
Incluso la amabilidad de Domingo Faustino Sarmiento recurre a una gran ironía, en medio de los debates para la fundación de la educación pública argentina, dedicándole esta frase, para ridiculizar a sus oponentes varones: “Juana Manso es el único hombre que entiende mi tarea educativa”. Estas palabras lo ubican a Sarmiento casi como un feminista de su tiempo, porque decirle hombre a una mujer era un elogio al que pocos se atrevían por entonces. Hoy, cuando esta frase tendría otro sentido e incluso podría ser tomada en forma ofensiva, descubriremos a esta mujer apasionante, menos conocida de lo que merece serlo, a través de las anécdotas de una vida llena de azar y zozobra.
Su familia y su formación
Juana Paula nace en el barrio porteño de Montserrat el 26 de junio de 1819 en el hogar formado por el malagueño José María Manso, que había llegado al Río de la Plata al finalizar el siglo XIX, en 1799, y Teodora Martínez Cuenca, mujer que no era porteña, aunque no conocemos su origen, porque en esos años previos a la Independencia estaba prohibido todo matrimonio entre españoles y criollos. No cabe duda que la familia tenía un buen pasar, ya el padre era ingeniero y agrimensor, con gran prestigio por su adhesión a la Revolución de Mayo y al director supremo Pueyrredón quien, para el tiempo de la llegada de Juana, estaba terminando su mandato. Don José María iba luego a adherir al ideario liberal de Rivadavia y se convertiría en un notorio unitario.
Cuando Juana cumple dos años, nace su hermana Isabel, la cuarta hija del matrimonio. Desde pequeña Juana se destaca por su inteligencia, su inquietud y cierto desparpajo para presentarse ante los adultos, lo que fue incentivado por su padre, quien la presenta en recitales patrióticos, muy de moda en la década de 1820, donde la niña se destaca por su histrionismo. A los seis años, Juana lee y escribe. Es una de las primeras mujeres que asiste a una escuela creada por Rivadavia, y al poco tiempo muestra fastidio y aburrimiento en las clases, que eran dictadas según el método de preceptores, que consistía en dar trabajos a los alumnos para que los resolvieran particularmente y luego compartieran sus resultados. Juana lee a la perfección, pero sin embargo la aplazan porque no pudo aprender de memoria el abecedario y recitarlo.
Abandona los estudios formales, pero se convierte en una autodidacta apasionada por la literatura, y lee todo libro que cae en sus manos. A los diez años manifiesta un gran interés por las formas de la enseñanza elemental, lo que la convierte en la primera pedagoga argentina. Habla varios idiomas en forma autodidacta y dedica mucho tiempo a los estudios musicales bajo la dirección del maestro Juan Pedro Esnaola, quien en la década de 1860 hará las variaciones del Himno Nacional, con arreglos sobre las partituras de Blas Parera. En 1832 traduce del francés la novela Mavrogenia o la heroína de Grecia, de Ginouvier, obra que su padre hace publicar en Montevideo, con dedicatoria a la Sociedad de Beneficencia. Lo hace bajo el seudónimo “una joven argentina”.
Su exilio forzado y su matrimonio infeliz
Llega a participar con sus obras poéticas en las terturlias del Salón Literario de Marcos Sastre, y ante la política opresiva del gobernador Juan Manuel de Rosas, los Manso se exilian en el Uruguay y pierden todos sus bienes porteños. En Montevideo conoce a Juan Lavalle y a Bartolomé Mitre, quien le dedica un poema azorado por la inteligencia de la joven. Allí Juana funda en 1841 un Ateneo de señoritas en su casa de San Pedro 246, lugar donde también se reúne con Juan María Gutiérrez, Esteban Echeverría, José Rivera Indarte y quien iba a convertirse en su amigo y crítico literario, José Mármol. Realiza las primeras publicaciones con su nombre, algo inusitado para la época.
El bloqueo de Montevideo obliga a los Manso a partir, esta vez rumbo a Río de Janeiro, donde Juana se dedica a enseñar idiomas y a realizar traducciones por encargo. Escribe en las tierras cariocas unos textos filosóficos a los que titula Fragmento sobre una momia egipcia que se halla en Río de Janeiro. Regresa a Montevideo y el asfixiante ambiente la lleva nuevamente al Brasil, donde conoce a Francisco de Saá Norohna, un violinista al que llamaban el “Paganini portugués”, de quien se enamora y se casa a los tres meses durante 1844. Juana lo acompaña a sus giras artísticas, llega a Pernambuco, Filadelfia, Nueva York y Washington.
En Estados Unidos, Juana Manso descubre la libertad de la que gozaban las mujeres, aunque deplora el materialismo de la sociedad. También accede al conocimiento de nuevas técnicas de enseñanza y le llama la atención la ausencia de influencia religiosa en las escuelas estatales. Se sorprende por el debate sobre la esclavitud, tema que la había impresionado en el Brasil. Es el tiempo en que comienza a escribir la novela Misterios del Plata y nace su hija Eulalia. En 1847 la familia viaja a Cuba, donde el ambiente es más amable y su marido violinista alcanza cierta repercusión. Nace su segunda hija, Herminia, y al poco tiempo regresan a Río de Janeiro. Juana funda una revista destinada a la mujer llamado O Jornal das Senhoras, además de componer algunas zarzuelas.
El año 1852 será trágico para Juana Manso: muere su padre, apoyo moral y material, y su marido la abandona, quedando sola a cargo de sus dos hijas. Decide regresar a Buenos Aires, ya derrocado Rosas, y funda una revista, Álbum de Señoritas, de la que publica ocho números. En varios periódicos porteños publica artículos de crónicas de viajes y ensayo político. No logra sostenerse económicamente y parte nuevamente hacia Brasil en 1858.
La pedagoga y su amistad con Sarmiento
Vuelve para siempre a Buenos Aires en 1859 y su amigo José Mármol le presenta a Sarmiento, un encuentro fundamental para ambos. El sanjuanino era director de escuelas de la provincia de Buenos Aires. Inmediatamente Juana Manso es nombrada directora de la Escuela Normal mixta de Montserrat, cargo que ocupa por seis años. Allí moderniza los planes de estudio y las técnicas de enseñanza, lo que le vale la oposición de la Sociedad de Beneficencia, por entonces a cargo de las escuelas elementales. Colabora con Sarmiento en Anales de la Educación, publicación pionera en temas educativas en el continente.
Escribe un poema en homenaje a su mentor llamado “Al propagador de escuelas”. En 1862 redacta el Compendio de la Historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, obra didáctica que fue el comienzo de la enseñanza de la historia en la escuela, basada en la Historia de Belgrano de Bartolomé Mitre y en el Ensayo Histórico del Deán Gregorio Funes. La obra es mejorada por Juana hasta 1874 y en 1881 es completada por sus hijas. En 1864 funda junto a Eduarda Mansilla, La Flor del Aire, periódico literario ilustrado donde escribe con el seudónimo Dolores “Mujeres ilustres de América del Sud”. En 1864 también publica el drama teatral La Revolución de Mayo de 1810.
En 1865 renuncia a su cargo de directora de la escuela normal mixta, en rechazo de su transformación a escuela solo para mujeres. Entonces deja la fe católica y se hace metodista, practicando su conversión en el templo anglicano acompañada por su amigo el pastor W. D. Junor, quien luego sería el constructor de la primera iglesia metodista, en la calle Corrientes. Es nombrada directora de los “Anales de la Educación”, cargo que ejercerá hasta su muerte. Al viajar a Chivilcoy en ocasión de la inauguración del ferrocarril, pide la creación inmediata de una biblioteca, que funda dos meses después bajo el nombre de “Sarmiento”, donando parte de sus libros.
Dicta una conferencia sobre la reforma religiosa en Europa, y es insultada y agraviada. Juana publica el texto y recibe una carta desde Estados Unidos. Dice Mary Mann, la viuda del gran pedagogo estadounidense Horace Mann, en una carta a Sarmiento: “El discurso de Juana Manso es de hacer llorar a un norteamericano lágrimas de sangre. Es un milagro que una mujer criada en la América del Sud pueda escribir tales cosas”. En 1868, la llegada de Sarmiento a la presidencia, le permite continuar la fundación de bibliotecas y la distribución de los Anales. En 1869 es nombrada en el Departamento de Escuelas. Publica artículos en defensa del proyecto de matrimonio civil. En 1870 asiste a la primera Conferencia de Maestros. En 1871, es nombrada en la Comisión Nacional de Escuelas, cargo que ocupa por primera vez una mujer. Y finalmente es cofundadora de la “Sociedad Pestalozzi”. Sus escritos son innumerables y sus temas inacabables.
Su retiro, su paso a la inmortalidad y los homenajes
Ya enferma, retiran de las escuelas los ejemplares de los Anales, y su reacción es violenta contra la censura. Es la primera mujer que presenta un proyecto de ley en la historia argentina, en la Legislatura provincial de Buenos Aires, para discutir una ley orgánica de la Enseñanza Común. En su casa sigue enseñando a leer y a escribir a chicos pobres. El 24 de abril de 1875 muere Juana Manso. En su agonía, le advierten que, de no aceptar la extremaunción de manos de un cura católico, no sería sepultada en ningún cementerio público. El 26 de abril finalmente fue sepultada en el Cementerio Británico de Buenos Aires.
La despidieron Juana Manuela Gorriti, quien dijo: “Juana Manso gloria de la educación. Sin ella, nosotras seríamos sumisas, analfabetas, postergadas, desairadas. Ella es el ejemplo, la virtud y el honor que ensalza la valentía de la mujer. Ella es, sin duda, una mujer”. Su pastor protestante propuso el epitafio: “Aquí yace una argentina que en medio de la noche de la indiferencia que envolvía a la patria, prefirió ser enterrada entre extranjeros, antes que profanar el santuario de su conciencia”. El 11 de marzo de 1915 sus restos son trasladados al panteón de Maestros del cementerio porteño de la Chacarita.
Juana Manso es recordada por calles, plazas, escuelas y algún monumento dentro de algún establecimiento educativo. En Rosario se entrega anualmente un premio al periodismo que lleva su nombre en homenaje a su lucha por los derechos de la mujer. Sin duda poco para una mujer extraordinaria, sufrida y sobre todo convencida de su lucha por el lugar que la sociedad le hacía difícil y ella sabía suyo.