Por Eduardo Lazzari. Historiador.
La vida de algunos personajes de la historia argentina es legendaria. Hombres y mujeres que dedicaron sus mejores empeños al servicio de la Patria, en distintos escenarios y en distintos tiempos, pero que no cabe duda del sentimiento argentino y de su sentido del deber. Muchos de ellos han quedado en “aguas de borrajas”, es decir que su biografía no ha tenido el reconocimiento merecido, muchas veces por el carácter secunda rio de sus acciones y en muchas otras por la caprichosa elección que el historiador hace de hechos y personas para relatar un determinado tiempo en un determinado lugar.
En la historia argentina, el proceso de incorporación de las tierras patagónicas y chaqueñas al dominio estatal implicó un largo período de ocupación territorial de un espacio inmenso, que abarca un millón de kilómetros cuadrados, una superficie más grande que cualquier país europeo salvo Rusia. Una característica de la Patagonia era su bajísima densidad poblacional, que sumada a la condición nómade de los pueblos nativos, hizo que durante mucho tiempo se le aplicara el mote de “desierto”. La creación del territorio nacional de la Patagonia en 1878, la realización de la Campaña de 1879 y la división en territorios nacionales en 1884 fueron los hitos que permitieron su definitiva incorporación convirtiendo a la Argentina en el país de habla hispana más extenso del mundo.
Los primeros gobernadores del Neuquén, La Pampa, Río Negro, el Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego fueron verdaderos pioneros en la construcción del Estado y constituyen un grupo de argentinos con una personalidad audaz, aventurera y patriótica que hicieron su tarea pensando en el futuro del país, y debe tenerse en cuenta el contexto des favorable que enfrentaron, tanto por las condiciones geográficas y climáticas, como por el carácter iniciático de su tarea, donde todo debió ser hecho y pensado desde la nada misma.
Uno de estos argentinos, más ilustre que recordado, es el general Edelmiro Mayer, gobernador de Santa Cruz, cuya vida es una saga de episodios heroicos, arriesgados y fascinantes que hoy compartiremos en estas páginas de EL LIBERAL, una historia ya contada pero que merece volver a ser relatada.
Nacimiento, familia y vida juvenil.
El 27 de mayo de 1836 nace en Buenos Aires Germán Edelmiro Demóstenes Mayer Posadas en el seno de la familia formada por John Andrew Mayer Arnold y Dolores Eustaquia Posadas Castro, casados durante la presidencia de Bernardino Rivadavia en 1827 y padres de ocho hijos entre 1829 y 1851. Mr. John era un alemán que llega al Río de la Plata sirviendo en un navío de guerra inglés, y doña Dolores era hija de Gervasio de Posadas, primer director supremo de las Provincias Unidas, también prima del general Carlos de Alvear. Edelmiro, como será conocido por la historia, es bautizado el 14 de junio de 1836 en la parroquia Nuestra Señora de la Merced.
La vida familiar cambia radicalmente cuando su hermano mayor Federico, radicado en Mendoza desde 1850, es asesinado en 1853 por orden de su suegra, la esposa de Tomás Godoy Cruz, firmante del Acta de la Independencia Argentina en 1816. Es entonces cuando el joven Edelmiro decide abandonar la práctica del comercio y se enrola en el ejército porteño en los tiempos de la secesión de Buenos Ai res respecto de la Confederación Argentina. Su bautismo de fuego se produce durante los combates por el sitio de Buenos Aires. Tenía 16 años.
Vida militar en Argentina, Estados Unidos y México.
En el inicio de una prodigiosa carrera militar, participa de las batallas de Cepeda en 1859 y de Pavón en 1861 bajo las órdenes directas del general Bartolomé Mitre. Producida la reunificación nacional bajo el liderazgo de Mitre, Mayer acompaña al general Wenceslao Paunero en su campaña militar de sometimiento al predominio liberal a las provincias del norte argentino. Son los tiempos de los hermanos Taboada en el poder de Santiago de Estero, alineados con la política de Mitre. En Córdoba Paunero asciende a Mayer al grado de teniente coronel, nombramiento rechazado por el presidente, quien en un gesto insólito de autoridad decide ascenderlo él mis mo. Esto enfrenta a Mayer con su jefe directo, por lo que decide pedir la baja y regresa a la capital argentina en 1863.
Su espíritu indómito lo lleva a embarcarse rumbo a los Estados Unidos de América, tierra que se encontraba en medio de una sangrienta contienda civil: la “Guerra de Secesión”. Allí se enrola en una academia militar que respondía a la autoridad del presidente Abraham Lincoln, y conoce a Robert Todd, hijo del mandatario, con quien establece una sólida amistad. Participa de decenas de combates, al mismo tiempo que escribe varios artículos proponiendo el alistamiento de negros, resaltando la experiencia del gran aporte de los antiguos esclavos en la guerra de la independencia sudamericana. Logra que se forme el primer regimiento de afroamericanos del ejército norteño, y es nombrado por el general Ulysses Grant como comandante de esas tropas. Recibió decenas de heridas, habiéndose destacado en la batalla de Chattanooga, donde se enfrentaron más de cien mil soldados. Una vez terminada la guerra llega a Washington y es invitado a una función artística, siendo testigo del asesinato de Lincoln en el teatro Ford de la capital estadounidense el 15 de abril de 1865.
Participa del desfile de la victoria como jefe del regimiento que había colaborado en crear. Se entrevista con el embajador argentino recién llegado, Domingo F. Sarmiento, y le solicita pida al gobierno de Buenos Aires que el primer pueblo que se funde lleve el nombre del estadista asesinado. Así el 19 de julio de ese año nace el partido de Lincoln, el primer lugar del mundo que llevó ese nombre. Decidió Mayer viajar a México, por entonces sumergido en la “segunda guerra de la independencia”, esta vez contra los invasores franceses que habían consagrado emperador a Maximiliano de Habsburgo. En tierras aztecas se pone bajo las órdenes del presidente Benito Juárez, quien lo asciende a general del ejército mexicano. Tiene una discusión con su segundo, quien se niega a combatir bajo sus órdenes por su condición de extranjero, que termina en un duelo donde Mayer sobrevive. Pelea heroicamente contra las tropas franco – mexicanas triunfando sobre ellas, y captura al general Leonardo Márquez, el “tigre de Tacubaya”, a quien permite huir en homenaje a la valentía de su proceder, lo que provoca un juicio militar contra Mayer. Terminada la guerra, se en rola en el partido de Porfirio Díaz, luego de pedir la baja en el ejército mexicano, y por su participación en una conspiración contra Juárez, es sentenciado a muerte, pena que se conmuta por destierro gracias a la gestión de Sarmiento. Viaja entonces a Nueva York, donde alterna con el cubano José Martí, y antes de regresar a la Argentina se embarca rumbo a Londres, donde es recibido en su casa por Manuelita Rosas y Máximo Terrero. Hay que destacar que Mayer fue oficial superior en tres ejércitos y combatió en ellos: el argentino, el mexicano y el estadounidense.
Regreso a la Argentina. Política y negocios.
En Buenos Aires, durante 1874, vuelve a la actividad militar enrolándose en la guardia provincial bajo las órdenes de Álvaro Barros, quien sería nombrado poco tiempo después gobernador de la Patagonia. Ese año fue elegido diputado nacional hasta 1877 y luego el gobernador porteño Carlos Tejedor lo nombra jefe de estado mayor de las tropas provinciales. Mientras tanto, se dedica a traducir obras publicadas en inglés y francés, idiomas que dominaba, destacándose sus traducciones de Ed gar Alan Poe, las primeras hechas en Sudamérica. Publica varios libros propios, entre ellos “Campaña y guarnición: escenas de la vida militar”, además de una selección de cuentos de autores europeos llamada “Flores y Perlas”.
Su participación como jefe de artillería en la revolución de 1880 contra el gobierno nacional por parte de Carlos Tejedor hace que lo den de baja definitivamente del Ejército. Es el tiempo de su matrimonio con Ana María Burmeister, con quien tendrá dos hijos. Se dedicó a varios rubros de negocios, entre ellos dos proyectos de puerto, uno para Buenos Aires y otro para Zárate, fracasando en su concreción; planteó dos ramales ferroviarios, uno desde San Salvador de Jujuy hasta la frontera con Bolivia y otro desde Buenos Aires al estrecho de Magallanes que no se concretaron; y con su cuñado Enrique Burmeister tomaron una concesión de tierras en el territorio nacional de Santa Cruz, montando una estancia, experimento agropecuario exitoso que lo puso en la mira del presidente Carlos Pellegrini a inicios de 1892.
Gobernador de Santa Cruz. Muerte y homenajes.
Mayer fue nombrado como tercer gobernador de Santa Cruz para suceder a Ramón Lista, a su vez reemplazante de Carlos Moyano. La visión humanista de don Edelmiro hizo que planteara instalar poblaciones sobre la cordillera con escuela y comisaría, a la vez que mejoró los puertos de Deseado, San Julián, Santa Cruz y Río Gallegos. Mayer llevó el primer piano a Santa Cruz, y lo instaló en una escuela de la capital territorial, donde además montó la primera sala de primeros auxilios. Instaló las primeras guarniciones militares, fomentó la ganadería ovina y auspició expediciones científicas. Fue el primer gobernador en vivir en Santa Cruz con su familia y también el primero en morir en el cargo el 4 de enero de 1897, a los 60 años.
Sus restos fueron trasladados a Buenos Aires y es tán depositados en el cementerio de la Recoleta, detrás de las tumbas de Federico Brandsen y Miguel Estanislao Soler. Algunas calles en la actual provincia de Santa Cruz lo homenajean, como así también alguna escuela y una estación del antiguo ramal ferroindustrial de Río Turbio lleva su nombre en el medio de la estepa patagónica. Una vida legendaria que merece ser recordada y un nombre que debe ser conocido.