Por Eduardo Lazzari. Historiador.
La vida extraordinaria de algunos argentinos ha quedado opacada en el gran acontecimiento que protagonizaron. En estos días, en que conmemoramos el cruce de los Andes, la más importante epopeya militar alguna vez ocurrida en América, obra del genio militar del libertador José de San Martín, y sobre todo a la organización extraordinaria del Ejército de los Andes, en el que cuyanos, argentinos y chilenos se amalgamaron para iniciar la etapa final de la independencia del subcontinente sudamericano. Pero sin duda el carácter de los oficiales fue fundamental para mantener la disciplina y el entrenamiento de esos hombres que acometieron una empresa titánica.
Quiero hacer una referencia personal, ya que en dos ocasiones en la década de 2010 pude realizar la recreación del cruce de los Andes por el paso de los Patos, donde transitó la columna principal al mando del general San Martín. Es increíble pensar que un ejército de cinco mil hombres y más de diecisiete mil animales pudieran realizar ese operativo militar, iniciado el 18 de enero de 1817 con tanta exactitud y tanta prestancia que, una vez en Chile, les alcanzó con un par de días de descanso y aclimatación para acometer contra el ejército español destacado en el país trasandino al mando del general Rafael Maroto obteniendo la victoria en la batalla de Chacabuco. En medio de los colosos de América, como llamó el Libertador a los montes más altos del continente, uno entiende la verdadera dimensión de la obra sanmartiniana.
Pero a veces el relato histórico olvida destacar a personajes centrales, tanto en la confianza del jefe como en la trascendencia de su figura histórica. Hoy vamos a proponer recuperar la figura del general Juan Gualberto Gregorio de Las Heras, un personaje legendario que se convirtió en prócer sudamericano y que habiendo nacido en Buenos Aires terminó sus días en Santiago de Chile luego de una larga vida de 85 años.
Nacimiento, familia y formación
Juan Gualberto nace en Buenos Aires en el seno de una familia formada en Buenos Aires por el toledano Bernardo Gregorio de Las Heras y la porteña Rosalía Ventura de la Gacha el 11 de julio de 1780, siendo el segundo de tres hermanos. Fue bautizado tal como mandaban las leyes de Indias al día siguiente en la parroquia Catedral al Norte, ubicada en la iglesia Nuestra Señora de la Merced. Como curiosidad el apellido de Juan era Gregorio de Las Heras, pero con el tiempo sólo fue reconocido por el de su abuela materna: Las Heras. Don Bernardo era militar, pero se dedicaba al comercio y eso le permitió enviar a su hijo varón al Real Convictorio de San Carlos, hoy Colegio Nacional de Buenos Aires.
El joven Juan dedicó sus esmeros a los negocios junto a su padre, pero la invasión británica de 1806 hizo que se enrolara en la Compañía de Comercio, para luego ser transferido como sargento al Regimiento de Húsares a las órdenes de Juan Martín de Pueyrredón. En esos tiempos convulsos alternó el ejercicio del comercio con los aprestos militares y las jornadas de la Revolución de Mayo de 1810 lo encontraron en Córdoba, donde adhirió inmediatamente a la Junta porteña, alistándose en el Regimiento de Patricios Cordobeses, lo que debilitó la reacción realista del gobernador Juan Antonio Gutiérrez de la Concha, apoyado por el antiguo virrey Santiago de Liniers y el obispo Rodrigo de Orellana.
Carrera militar
Ya en octubre de 1810, reprimido el intento de los cordobeses con el fusilamiento de todos los jefes menos el obispo, remitido preso a Buenos Aires, Juan de Las Heras fue nombrado sargento mayor de su regimiento, llegando en 1812 a ser nombrado por las autoridades revolucionarias como jefe de la guarnición militar de Córdoba. Fue enviado bajo las órdenes del general Marcos González Balcarce hacia Chile, cruzando por primera vez los Andes, reemplazando a Balcarce como jefe cuando aquél asumió como gobernador intendente de Cuyo en 1814. En Chile participó con sus hombres en el sitio de Chillán, para vencer en la batalla de Cucha Cucha el 23 de febrero de 1814, y luego en la batalla de Membrillar el 20 de marzo de ese año, esta vez bajo el mando del general Juan Mackenna.
Fue ascendido a teniente coronel, pero los disensos internos de los líderes chilenos José Miguel Carrera por un lado y Bernardo de O’Higgins por el otro, hicieron que Las Heras volviera a Mendoza, donde se encontró por primera vez con el general San Martín, por entonces gobernador, quien le pidió que volviera a Chile, arribando días después del desastre de Rancagua, que permitió la reconquista del territorio por el ejército realista. Para el relato histórico chileno, este período que había comenzado en 1810 es la “Patria Vieja”.
Las Heras tuvo la ingrata tarea de organizar la retirada del ejército vencido en Rancagua hacia Mendoza, cumpliendo con las órdenes de San Martín, lo que motivó fuertes discusiones con los jefes trasandinos Carrera y O?Higgins, que se negaban a cumplir cualquier orden que no fuera la suya. Ya en Mendoza, San Martín en su carácter de organizador del Ejército de los Andes, pieza fundamental del Plan Continental de Liberación de Chile y el Perú, le encomienda a Las Heras la formación de un cuerpo de infantería y lo asciende a coronel. Corría 1815. Durante un año Las Heras desplegó todas sus virtudes castrenses para formar soldados que conformaron el nervio del ejército.
Cruce de los Andes
Una vez declarada la Independencia de las Provincias Unidas de la América del Sur el 9 de julio de 1816, la preparación del ejército se aceleró y a inicios de 1817 Las Heras fue ascendido a brigadier. San Martín le encomienda la jefatura de la columna que cruzaría a Chile por el paso de Uspallata con 900 hombres, mientras el grueso de las fuerzas lo haría por los Patos. Además se organizaron cuatro columnas menores para distraer a los españoles. Las Heras partió desde el campamento de El Plumerillo y al paso de las tropas por el centro de Mendoza la población ofrecía ponchos y mantas para el abrigo de los soldados. Era enero de 1817 su segundo jefe era Enrique Martínez, y durante el cruce se triunfó en los combates de Picheuta, Achupallas y Guardia Vieja, antes de entrar en territorio chileno, para dirigirse al lugar de encuentro establecido por San Martín en San Felipe, tomando antes el pueblo de Santa Rosa de los Andes.
Chacabuco
El 12 de febrero de 1817 se produce la batalla más importante librada hasta entonces en la cuesta de Chacabuco y la acción de Las Heras con sus hombres es fundamental para asegurar la victoria. El jefe de las fuerzas de infantería argentina, el general Miguel Estanislao Soler se lució gracias a las acciones de su subordinado y el general San Martín informa al director supremo Pueyrredón en su parte de batalla: “Una división de mil ochocientos hombres del ejército de Chile acaba de ser destrozada en los llanos de Chacabuco por el ejército de mi mando en la tarde de hoy. Seiscientos prisioneros entre ellos treinta oficiales, cuatrocientos cincuenta muertos y una bandera que tengo el honor de dirigir es el resultado de esta jornada feliz con más de mil fusiles y dos cañones. La premura del tiempo no me permite extenderme en detalles, que remitiré lo más breve que me sea posible: en el entretanto, debo decir a V. E., que no hay expresiones como ponderar la bravura de estas tropas: nuestra pérdida no alcanza a cien hombres”.
Talcahuano
Dos días después las tropas del Ejército, que iba a cambiar su nombre por “Unido”, representando la amistad argentino – chilena propiciada por el Libertador y celebrada por su subordinado chileno O’Higgins. San Martín propone como Director Supremo de Chile a O’Higgins, mostrando la intención del correntino de ser un liberador de pueblos y no un conquistador de naciones, quizá la mayor diferencia de carácter con el otro Libertador sudamericano, el venezolano Simón Bolívar. Pero esa es otra historia. Para Chile comienza la “Patria Nueva”, de la que es protagonista Las Heras. En la reorganización del Ejército, San Martín pone a Las Heras como oficial de mando de O?Higgins, quien encabeza la expedición para sitiar Talcahuano. Las Heras propone una acción que es rechazada por el chileno, y el asalto a la plaza fuerte española termina en un desastre, donde se pierden la mitad de los hombres el 6 de diciembre de 1817. O?Higgins había quedado deslumbrado por las dotes estratégicas de un general francés que había combatido con Napoleón Bonaparte, pero sus indicaciones condujeron a una derrota total.
Cancha Rayada
Al retomar San Martín el mando del ejército, se comienza a organizar una ofensiva contra las fuerzas españolas al mando del general Mariano Osorio, que habían sido reforzadas desde el Perú por el virrey Joaquín de la Pezuela y desde España, conformando un total de casi 5.000 hombres y 14 piezas de artillería a principios de 1818. El 12 de febrero de ese año se proclamó la independencia de Chile y San Martín salió en busca de Osorio, quien se adelantó en la noche oscura del 18 de marzo y tomó por sorpresa a los 8.000 hombres del Ejército Unido, resultando herido el general O’Higgins, quien sufre la fractura de su brazo derecho, a la vez que Las Heras, adelantándose al ataque por sólo doscientos metros, logró salvar íntegramente una división de 3.000 hombres, lo que permitió evitar un desastre que hubiera revertido la independencia chilena. Los patriotas sufrieron 120 muertos y 2.000 soldados dispersados.
Cinco días después, el general San Martín supo de la salvación de hombres que había encabezado Las Heras, y gracias a esa noticia pudo escribir estas palabras proféticas: “La Patria existe y triunfará, y yo empeño mi palabra de honor de dar en breve un día de gloria a la América del Sur”. Quedaba pendiente la conclusión de la independencia de los países australes, y eso lo relataremos en la vida de Las Heras que el próximo domingo, si Dios quiere, publicaremos en estas páginas de “El Liberal”.